Hay aquÃ, además, un emprendedurismo juguetón juvenil que no está siendo recogido por el top del ranking, la ficción "Al fondo hay sitio" sobrepoblada de inútiles románticos, como veremos luego.
Otro ejemplo, ligado a la pelea de las noticias con el entretenimiento: la primacÃa y sobreoferta de la televisión periodÃstica copó las 11:00 p.m. con programas de entrevista y reportaje de actualidad a cargo de César Hildebrandt y Rosa MarÃa Palacios, quitando espacio para el late show de múltiples conductores y atracciones o de un talento que se baste solo como Jaime Bayly, que reinó en ese espacio cuando no lo llamaban de Miami, Bogotá o Santiago. Finalmente, cuando salió Palacios tras un incidente que tuvo tanto de razonable decisión de reconvertir ese horario al late show ligero como de veto empresarial polÃtico, se improvisó un mediocre late show sin estrellas que, al igual que la competencia, sucumbió a la crónica roja, ampliando las notas duras del noticiero con entrevistas a los protagonistas en el set. El periodismo volvió a apoderarse, aunque en una versión policial y no polÃtica, del horario de las 11:00 p.m. Y el periodismo pelea por apoderarse del controvertido El valor de la verdad, en la figura de su conductor Beto Ortiz, otro talentoso provocador de la tele en la senda sinuosa de Bayly y otra estrella con afán de demostar que vale más que cualquier formato. En una bizarra edición colocó en la silla de la verdad al protagonista de una investigación periodÃstica del noticiero mañanero que también conduce y dirige, Abre los ojos.
En sÃntesis, la peculiar marca de la ´marca paÃs televisiva´ es una necesidad y urgencia de narrar lo que no se narra en series y novelas a través de los abundantes noticieros de una hora en la noche y de tres horas en la mañana, y de los late shows semiperiodÃsticos de las 11:00 p.