Nos interesa su posición frente a esas afirmaciones, porque no pretendemos imponerle ninguna.
Por lo demás, ¿aprenden sus niños de la pantalla? En caso afirmativo, ¿qué aprenden? ¿Sólo violencia, sólo cuestiones triviales, sólo un espÃritu competitivo, sólo consumo? ¿Ysi hubiera algo más? SerÃa de sumo valor para nuestro trabajo que indagara acerca de otros aprendizajes.
Los temas desarrollados hasta ahora nos sitúan de lleno en una discusión que muchas veces no ha estado presente en la escuela. Podemos señalar, y a usted le habrá tocado vivir experiencias semejantes, que a menudo la reacción ha sido a la defensiva, en el sentido de tomar precauciones ante algo que nos ataca y que no conocemos demasiado bien.
Por fuera de la escuela se ha dado toda esa polémica y se sigue trabajando en ella sin tregua. Por eso nos hemos venido deteniendo en sus detalles, para poder avanzar en propuestas de trabajo en dos lÃneas fundamentales: la lectura y el uso de la televisión dentro del quehacer educativo. Ello no hubiera sido posible sin una adecuada contextualización, sin un reconocimiento de la manera de percibir el medio por quienes investigan lo comunicacional.
A decir verdad, en el presente conviven todas las tendencias revisadas en este trabajo. Hay quienes continúan su labor en contra de los monopolios y de las manipulaciones, a la manera de los setenta; quienes se empecinan en la búsqueda de los significados segundos, en la lectura crÃtica; quienes siguen entusiastas el desarrollo de las tecnologÃas y apuestan a ellas como clave de todo futuro; quienes insisten en la denuncia de la violencia y de la trivialización; quienes investigan e interpretan procesos a la luz de las mediaciones; quienes afirman que cualquier intento de metodologÃas de lectura constituye una soberana pérdida de tiempo, porque cada cual lee y se apropia de lo necesario para su vida; quienes aplauden la fragmentación y la dispersión caracterÃstica de los programas, porque asà comenzamos a asumir esta vida de hoy, tan fragmentaria y dispersa, vacÃa de valores y de referentes; quienes intentan reconocer a la televisión su lugar en la sociedad, ya sea como informadora y como, a la vez, ocultadora; quienes se rÃen de cualquier búsqueda de sentido más allá de las superficies, porque este fin de siglo corresponde a las apariencias, a la seducción, al juego incesante de las perspectivas, más allá de las cuales no hay nada.